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lunes, 20 de mayo de 2019

"EL CAUTIVO DE BLANCO" DE FRANCOIS VILLANUEVA PARAVICINO





Francois Villanueva es un joven literato que se está abriendo camino en medio de la literatura peruana en Lima, sus "Cuentos del VRAEM" demuestran el humor que puede ponerle a las historias, muchas veces la ironía se hace presente, aunque el título sugeriría otra cosa, simplemente sus personajes y situaciones se sitúan en el VRAEM y de ahí que adopta ese nombre. Su poética reunida en el poemario "El cautivo de blanco" en cambio tiene mucha referencia a autores clásicos y universales, en la forma de escribir, además sus textos se mezclan entre lo romántico y lo vivencial. La contemplación del espacio, el lugar y la naturaleza se hacen presentes en sus líneas. Francois transita por nuestra ciudad compartiendo sus poemas al público oyente en los recitales limeños, ahora compartimos vía este medio para el público cibernauta. Disfrutad. 



La canción del vacío


Tus ecos resuenan en las tinieblas de la taberna
Como una llaga dulce en la llanura, cantos tardíos
Que palpita como la sangre de una ilusión vana
En un dédalo de palacios sórdidos y sombríos.

He tratado de recobrar la ausencia candente, atraparlo
Las ensoñaciones son las aliadas, como las nieblas
Que apagan la esencia de un papel en tinieblas
Quiero agitar el viento, tan lentamente, y besarlo.

Las ascuas abrasan el ánimo de la gran voluntad
La misma voluntad que desea recuperar la eufonía
Esa garúa que lenifica las ínfulas de la beldad
Sombra ganada en tiempo de invasión, de agonía.

Una luna se diluye lejana en un horizonte perdido
Como el vino que beben los labios heridos
Perdiéndose en los velos de un mirar límpido
Tan limpias como la máquina de los latidos.



Amores idos

α
He perdido más, ¿y no te incumbe?
El amanecer, el cenit, el anochecer: pensar
En tus horas lejanas, en tu reír taciturno
Tus turbias llamadas sacrílegas
Recuerdan el estío sin canículas
Sin embargo, ardo, el incendio
Ha devorado mi mirada, mi voz, mi letra
Ha desaparecido a lo lejos una sonata
Se ha borrado un Goya romántico
No hay prosa, pero sí melancólicos versos
Como los que ahora escribo
Recordando tu sonrisa
Tu tiempo estancado en mi miocardio.

ß
Has crecido como la hierba, lozana, brillosa
Has crecido como los juncos, espigada, alta
Eres una melodía distante que viaja por los mares
Eres un astro húngaro en terraplenes con rocas
La idea en ti es un resplandor tibio, un pañuelo níveo
Si no hubieses anochecido, tan temprano
El péndulo de Adonis y Kuyay volcaría
Las canciones en este corazón envejecido
Efímera me bañaste de tu perfume, y te fuiste
Olvidando los pétalos de tu cuerpo ardido
  No vuelvas, que no eres fénix, no vuelvas
Pero no borres la arena de tus huellas
Te he enterrado en mi iglesia, con hornacinas
Junto a un Cristo triste y malherido. 

γ
Hojita verde hoja seca
El viento te ha arrastrado
Hacia el abismo de los muertos 
Solo una noche fuiste doncella y reina
De ahí a la distancia
Tu rostro se ha disuelto
En blancas lunas, noches altas
Y me he ensombrecido y envejecido
Laberintos en mi ser
Mi carcaj está vacío de hojas
Mis pies pesan como la razón oscura
Y no te puedo perseguir como antes lo hacía
Y fluyes, fluyes, fluyes
Cual límite antiguo de orillas
Espumosas, arenosas, pedregosas
El límite de mi fuego por ti y tu memoria.


El jardín hogareño


De las flores que admiro ninguna está viva
Son minúsculas ilusiones de color malva
Crecen con la sonrisa de una princesa mala
Que ama al leñador soberbio que las tala.

La primera estrena unos pétalos carnosos
De un color y sublime beldad de favores
Con aromas profundamente seductores
Despierta en mí magnánimos ardores.

La otra es de jardín de casa, por cercana
La conocí en la yerba rociada una mañana
Gozaba de una raíz solitaria harto materna
Cuya dulce savia me era tan cotidiana.

La reciente nació indócil en primavera
Sus hojas eran exóticas de calavera
Eran atractivas a pesar de su veneno
Su tallo delicado me era gran ameno.

A ellas las crie en mi cómodo hogar
Leyéndoles poemas del gran cantar
Contándoles mis secretos de amor
A pesar de su instinto desolador. 



Séptimo día


La séptima hoja es la del respiro y exhalo sudores
Verdes como la ausencia de la jungla al amanecer
Hambrientas cual sombra en crepúsculo envejecido
Alegres tal melodía de una guitarra de mediodía
Fértiles como la Virgen que ha de concebir a Dios
Es un picaflor que vuela a perderse en las nubes
Que vuelve todas las tardes antes de morir de frío
Es una amante engreída que mide su género cínico
Una temporada de una primavera y seis inviernos
Resucita a los muertos y da ebria felicidad divina
El séptimo pétalo es de una flor marchita y seca
Pero, oh, es delicioso para el obrero y el holgazán
Cual miel en un sediento corazón desconsolado
A veces nos confina en cuatro muros polvorientos
Pegados a una caja oscura de cultura a domicilio
Adormilados por una modorra de catre, a veces
Sin embargo, es de esfera relativa para el creador
El demiurgo incansable que voraz alimenta
Su deseo es el insomnio de noches gloriosas
El séptimo cáliz es la orgía perpetua con el poeta.


Embargos personales


El camino sufre desvíos, altibajos y tú peligras
No es una llanura, está furiosa como la pleamar
Bañado de seres sombríos y distancias sórdidas
La brújula, como en el naufragio, puede fallar.

Lo que crees música áurea es el ruido del astro
Que alumbra aérea sobre tu cabeza, tan pesado
Airando los fuegos oscuros y prohibidos del estro
Esperando la hora tardía de las hojas del bardo.

Unos dicen que es mejor esperar, otros que forjar
Los últimos tienen razón, solo esperan la iluminación
De las vidas destinadas a la ardua distancia ganar
En el camino existen cardos y solo un vivo corazón.

Es bueno caer como una piedra en el prado
Donde los arroyos en la orilla la refrescan
Nunca es tan tarde para forzar el sendero
Que te lleve a tu destino, aunque te duelan.

Olvida los peligros recordando tu designio
Si tienes la conciencia viva, el letargo no existirá
Las murallas se derrumbarán pesadas ante ti
Nada te cuesta creer que será así. Sin embargo…



Francois Victor Villanueva Paravicino

Escritor peruano (Ayacucho, 1989). Bachiller en Literatura por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM). Finalista del I Concurso Iberoamericano de Relatos BBVA-Casa de América “Los jóvenes cuentan” (2007). Textos suyos aparecen en la antología Recitales “Ese Puerto Existe”, muestra poética 2010-2011 (2013). Ha publicado el libro de relatos Cuentos del Vraem (2017) y el poemario El cautivo de blanco (2018); además publicó en Amazon su primera novela Los bajos mundos (2018). Tiene diversas publicaciones literarias en antologías, revistas y diarios. Actualmente cursa la Maestría en Escritura Creativa de la UNMSM.



sábado, 18 de mayo de 2019

5 POEMAS DE GUILIANO MILLA



Ofrecemos a nuestro público lector, unos escritos de Giuliano Milla, joven poeta que tuvo la gentileza de enviarnos algunos de sus poemas para compartirlo en nuestro blog.



Feligrés ex nihilo

hambre unamuniana
de la nada gigantesca
y su Goliat
al que mi frente de piedra davidiana
parte,
y la mitad tu cara de mármol
y la mitad el infinito
con su Lázaro pobre
i Lc. XVI, 22-31.
mientras Malquita toca el piano
con su voz derrotada
pero brillante, pero soberbia
y yo feligrés ex nihilo
hago entrar a una mujer
a St. María Magdalena
para que me reniegue Caicedo porque no escucho la misa
sino a los dedos de mi profe,
y su vibrato eterno con su pizarra apolillada
y su tiza de membrillo
en el saloncito de arriba
para que lo olviden rápido poco a poco
porque él, ya cumplía setenta.


madera

si me hubieras dejado tus manos
de madera marchimbrada
hubiera tallado con tu nombre
mi víscera roja, hojalatesca
que por el metal se envuelve en su eco
y duro helado frío se abandona al llanto seco
y palpo la ausencia
del roble escondido en tu pecho
y silbo contento bajo tu cuello, tallo
y liro en sus ramas con los trinos
corales de las aves abedules
y tus astillas las amo
como la soprano, que ama su garganta desgarrada
y escribe en su rotura
sisas ignotas de su alma
sería mesa entonces, solo por apoyar mis codos
y palparía enceguecido
su tersura húmeda / por su océano secreto
y nadaría en tu madera marchimbrada
donde hubiérame tallado tus manos de amuleto.


cayente

retiro el ave maría
de los pétalos cayentes que sonríen al leño de los árboles
y vuelan y rezan y trinan...
con su rojo, celeste, vaho      que se disipa en su destello
rabioso  encadilado
y arrullarme en su dolor colorido, adolorido
porque es el mío y es santo y bendito

dime viento, ¿cómo rasgas la fe de las flores?
y te olvidas avisarles
de su hermosura que muere
como el sol difunto al cerrárseles sus ojos
y me empujas a la calle
a correr sin mi alma en la vereda
y me veo ser humano  y me veo con veneno
envenenado         sin mis dientes
que envilecen la risa sonrisa
y tu soplas, silbas, desraízas la belleza
i tu frío que canta, jadea       i despide en su caída.


Madre

Madre,
sé que esquivas las balas.

Que ayer recogiste con tus pequeñas manos
columpios oxidados en las tardes de rojo cielo 

            i vacío...

Conozco tu obsesión por los pobres
i los discapacitados i los ancianos, i el ceviche raído de la luna que rueda
por las baladas argentinas del Callao.

Sé que quisiste adoptar un niño
y le pediste que firmara un documento
para que pueda -ultra petita- jugar con muñecos de trapo.
Madre, eres una yegua o un caballo celeste durmiendo en el galope
¡No te quiero ver en ningún hipódromo! ¡Ni masticando alfalfa!
Sino, batiendo las alas tristes de tu cuerpo
contra el fuego de la dureza hipócrita de las cárceles de carne.

Madre, los infinitos ya no alcanzan en tu carterita crochet
ni en tus jeans rotos,
ni siquiera te sirve un tatuaje en el brazo.
¡Ve a bailar con Saturno! Y recoge,
en la bolsa del mercado, estrellas, para mi marzo, doce.

Ya no cocines, ni alimentes siquiera a moribundos
no des de lactar al silencio
y sí a mi hermana desaparecida
que esculpí con un pedazo de papel.



Mi hermana

Las células de ese cuerpo
cantan el BigBang
las flores hacen cosmogonía de yeso
mi hermana que no nació, es una constelación
que duerme en los sueños de mis risas tristes

ella es la niña morena jugando con el polvo
en medio de una sala blanca y agresiva
viniéndome a buscar en mi silencio
cortando el pasto venenoso de mi alma
cepillando los dientes iracundos que muerden mi nombre
ella sabe tararear el beso
deja que las hormigas caminen en los ceniceros
i los cigarros viejos los utiliza para hacer perfume

Yo hubiera querido que mi hermana salte conmigo
y ruede en los abecedarios eternos
que vayamos juntos por libros empolvados en Cercado
i que traviesa atraviese con chicle, las páginas rotas
tengo una página vacía, con cuerpo de niña
un lápiz negro con mejillas tiernas
y no me conformo  no poder encontrar ni en el caño su llanto
¿Quién elige y reparte el desamparo? La sopa está caliente
i mi hermana nunca ha despertado.




Giuliano Milla, (Lima, Perú, 1996) de la 8 de La Marina, Pueblo Libre.

Autodidacta, psicólogo, me interesa la filosofía y el para qué de su porqué escribo por resistencia. He participado en la coordinación de los Recitales de Miércoles en el 2016-2017. Organizador de La Noche de Delirios (de la primera a la sexta ). Tres poemas en Verboser Vol. 2. Publicaciones en diferentes blogs y la revista digital Versoazul. Preparo una plaqueta pronta a publicarse.