I
Y siento amor por cada uno de tus cabellos durmiendo en mi garganta, nutriéndose en el sol de una ola delirante y besada dentro del corazón, buscando el anhelo hasta en los más cálidos recodos. Mi corazón está dentro de tu boca caliente, la que habla ahora frente a la horda enaltecida, lo digo porque eres mi hermano, la sangre que nunca tuve y aún deseo incendiada. Siento amor ya que conozco tus ojos primeros, los albores que jamás llegué a besar; en mis sueños me faltan los brazos y ansío tu crianza plena de sierpes e intensos ocasos. Sí, tu niñez desesperada euforia, y no tengo que culparte de nada aunque la angustia me amenace y vengan ellos con su ternura a enterrarme más. ¿Cuántas veces te habrán herido el rostro delante de tus hijos y humillado, avergonzado habrás huido dando cualquier excusa para hacer más llevadero el sueño, para que sigan creyendo en ti, dulce padre, lo importante es que nos quieras sin importar nada? Sangre mía en vertiginosa forma, le sonrío a la memoria de tus brazos, a la voz que tiernamente ardía en el horizonte mientras tus hijos otra vez fantaseaban tu nombre con orgullo.
¿Recuerdas cómo nos veíamos nacer?, ¿no te alzabas en el crepúsculo a cada golpe de ternura, tan solo ligeramente evocado?
Acaso espero que regreses.
IX
Rumor en llama nívea que mana del cuerpo silente, jadeo, fulgor, vientre de lumbre interna. Bajo la desnudez parida hemos ansiado nuestros rostros, henchidos de surcos y de magras costras. ¡Ah, mi cruz!, sedienta sobre el pasto tu cabellera es un músculo infinito de ríos de sol, ramas de fuego tendido vertiendo celo al alba. Sal de estío, mar, quiero ser saciado por tus brazos, arrastrado por tu cuello de murmullo y cauce pero aún vivo entre cenizas, salvaje en ellas evocando tiempos de cría y de arduo seno. Soy yo quien se nutre anhelante, quien aguarda tras la maraña de hierbas tu luminosa mirada, ansia que hierve en la frente, luna sumida entre cadenas. Y es que dentro de uno de esos surcos existía un jardín que aún encuentro fértil, desborde en la gracia de labios, los ojos de tantos años floreciendo en la explanada, luz, ¿por qué no cantarle al animal libre que ya nos dejó atrás?
ASAMBLEA
Ayer emigró Jonás
y se dio una confluencia hermosa.
Al alba,
la voraz multitud
—socavada por el vaho matinal—
cedía a la rabia del adiós.
Qué más puedo decir.
Éramos sólo seis pero el llanto nuestro
despertó a vecinos y a vigilantes por igual.
IMÁGENES DE BRUNEI
Nos sentamos a beber un café bajo el sol de pleno invierno.
Sin recelos, ni hambreados.
Apenas terraplenes y vientos a la luz de calles
en serena conmoción.
Me dijiste que te ibas,
que lo dejabas todo por una promesa hecha a ti misma.
Conozco el adiós;
es caminar a tu lado.
Pero un hosco recelo desgasta hasta reventar aquel fértil globo.
Sí, arrastra con ciegas manos mi corazón, hasta ya no poder.
Días han pasado sin saber de ti. Días que parecen la distancia
entre el carácter y su desolación.
A Helena Paulsson
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