Hace algún tiempo atrás conocí a José Miguel Herbozo, había leído su libro "Los ríos en invierno" con el cual ganó el Premio PUCP 2007. Disfrute mucho de la lectura de su segundo libro, que debía leer el primero. Después de algunos intentos fallidos de conseguirlo, tuve la osadía de pedirle al propio J.M. que me consiguiera uno. A pesar de estar escasos y de ser casi imposible el encontrar algún ejemplar de "Catedral". Una tarde se apareció en la FIL Lima 2009 con el poemario en cuestión. Luego de algunos meses releí el poemario y disfrute de su lectura mucho más que la primera vez que tuve el libro en mis manos. Ahora comparto con ustedes algunos poemas de este libro.
Nótese que los poemas están con el título encerrado en paréntesis. Ambos libros tienen esa singularidad.
(sombra)
a Luis Hernán Castañeda
Buscábamos
alguna forma útil de la prisa,
porque siempre la blancura deja un rastro
que se acerca
y nos saluda
sin posibilidad de padecer
algún debilitamiento,
teniendo en cuenta el valor
y la velocidad de las horas,
resumiendo la consunción del mundo
que el tiempo reserva para su propia hornacina
entre pequeños instantes de quietud
y desesperación.
Por ello siempre recurrir al humo.
Toda autodestrucción es una forma de blancura
que del humo nace
y con el humo
se disipa.
(la pausa)
a Manuel Fernández
Mientras mi pescado se doraba en la sartén
el aceite vaporoso que bullía
transformando la rosada carne
en la comida,
girando una llave
abriendo una puerta,
adaptando el alimento
al calor de nuestro estómago
y saliva,
saturando el corazón de grasa
el día de la enésima trucha
o cualquier otro día,
se nos olvida que un golpe,
una caída,
por culpa del infarto al corazón
agrieta para siempre
cualquier vida.
(despojos)
El ojo obnubilado.
Amainado cuerpo
perturbado por la óptica corrupta
espacio inocuo que acaricia el cristalino
y la pupila
pero también la retina
-cinta que nunca principia-;
allí donde el ojo reposa
la sensación de ausencia
la luz no refinada
escalera en que la luz tan uniforme
le dice al ojo gracias
ahora la ceguera dilucida tu ventana:
agujero negro que todo lo recibes
en silencio,
también el abismo se humedece
por afuera.
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