MADAME ROSÁ
No la habría reconocido de no ser por su cojera, que ella defendía con una falda larga y porque se le notaba alguna fibra del sillón de terciopelo donde de día se esconde. Madame Rosá conocida por un pintor o dos, que en noches de algarabía solían confesar que su único y verdadero amor era esa mujer coja que no sacaban a la calle por lo extraño de su andar, adorándola, por ser la única con la cual podían hacer el amor perpendicularmente. Terminadas las crisis y la post-guerra, con relativos humos en las calles, un cuerpo generoso camina amiga de los gatos y de la herrumbre francesa, de tanto en tanto su silueta la abandona y se transforma en ágil y celestial ascendencia de escaleras sin pies, sin zapatos; caracol hacia la música de tuertos que esa noche han extasiado su alma. Madame Rosá comienza el baile a oscuras, hace el contoneo a oscuras, toda sinfonía o arpegio se viste de negro, relucen sus ojos verdes, y el azul terciopelo de botones dorados la toma por su esposa.
ODA A LAS VERDURAS
(Nerudiando)
Quedan pocos mercados en Lima.
.
En los ActualesSuperModernos –tremendos mamotretos de cemento llenos de gente- hay cierto rigor y hartas filas con carritos. Y en este mundo zigzagueante que parece un laberinto con Minotauro incluido –YE$, YE$, YE$- se choca una con cualquiera y venga el verbomotor “permiso Sra.” “siga nomás Sr.” “disculpe Ud.” y con las ganas que tiene una de empujarle todo el carrito a los que se pasean como si estuvieran de Museos:
.
Se detienen, piensan, saborean, números más, números menos, hasta regresan, lo repiensan, algunos se deleitan con la palabra “oferta” y venga a cojerlo todo y a llevárselo a la nariz, ojos, nariz.
.
Bueno, todo este ámbito apolíneo, matemático, lineal suele ser práctico, útil, necesario, bla, bla, bla, pero qué decirte del desorden humano y de lo real maravilloso semejante (a nosotros):
.
Frutas que se resbalan, verduras por colores, las menestras en sus sacos y sus bocas boquiabiertas (regalonas, coquetas, insinuantes) y qué decirte de los pollos absolutamente tristes, con sus patas cansadas en el más purito silencio y ofrenda, y qué decirte de las yerbas en sus bolsitas caseras que me acaban de curar una gastritis.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario