Al sur del país, cerca a Lima, se encuentra la Región Ica, en su desierto, la inmensidad de su mar y su gente, se ha ido erigiendo un racimo de autores que van enriqueciendo la literatura peruana. Andrea Castillo, William Siguas, Karina Medina, Lourdes Apari, Liz Matta, Jorge Castillo, entre otros autores nos dejan saber que la literatura de esa región se encuentra segura. César Panduro es también parte de este grupo de autores que van entregándonos buenos libros y organizándose para promover la literatura. El esfuerzo que se realiza en Huacachina con el siempre batallador Alberto Benavides en su biblioteca Abraham Valdelomar, y las ediciones que realizan, sumado a los libros que estos dos años han aparecido vía Laboratorio PBC Ediciones, se han ido difundiendo los trabajos de las jóvenes voces. Panduro con varios libros en su haber de poesía, cuento y Antologías de la literatura iqueña, nos ofrece este poemario "Los lados del agua" del cual extraemos unos poemas para que el lector le siga el rastro a una de las voces iqueñas más interesantes de este tiempo.
SAN
JOSÉ DE LOS MOLINOS
A
Florencia Astorga Muñoz, mi madre
Vengo del barro y del agua
Mi infancia ha sido el río
mi rostro, lo que el cielo reflejaba
Como el río, he quebrado la piedra
y he mojado la arena...
Soy hermano de los grillos
esperé al sol entre las ramas
Todo mi cuerpo es limo
toda mi sangre agua.
OCÉANO
Una ballena salta del mar a mi cama.
Acuesta el agua y los peces de su cuerpo
en el papel de mi almohada.
Las olas de sus dientes muerden mi cuerpo.
Sus ojos en marea duermen lentamente
hasta ser la niña que vino del mar a dormir en mí.
Su enorme cuerpo ha dejado un espacio para mí.
La abrazo y mojo mis manos,
respira y la brisa rompe las ventanas
y se esconde en todas las paredes de mi casa.
Mi casa es un océano.
Mi boca quiere besar
su boca
pero ella teme que sus olas rompan mi muelle.
Quiero dormir en su cuerpo,
acostarme junto a los peces y el agua
que corren por sus cauces,
abrirle los ojos y mirarle el sol
Pero ella es del mar y respirar su agua
me llenaría de sal el corazón.
ÁRBOL
A
Alberto Benavides Ganoza
Pero ella es del mar y respirar su agua
me llenaría de sal el corazón.
Cuando pienso en Dios,
veo a los árboles.
Es la única religión que me queda.
Dios tiene en las ramas voz de pájaro,
cuerpo de lombriz, tallo, y hasta sombra de luna.
A Dios le gusta mirar por los ojos de la lechuza,
correr por las acequias,
jugar con los niños sin zapatos;
ser semilla y fruto, agua y tierra.
A él le gusta caminar, enamorase del polvo,
limpiarse la frente y la mejilla de las gotas de sal
que manan de su cuerpo;
ser luz, arena, volar como cigarra
y dormir como un abuelito tierno,
que cansado de cortar flores y dar de comer a sus
animalitos,
se arrulla con la primera estrella del crepúsculo
PAPÁ
No importa haberte conocido solo de oídas
ni haberte visto por primera vez como un desconocido
no importa que gracias a ti tenga un apellido que
muchas veces hizo reír a los demás menos a mí.
A pesar de todo y de la nada que tuvimos, tú y yo
terminamos con la misma tristeza y casi con la
misma cara, flacos, llenos de cicatrices invisibles,
miles de parpadeos insomnes en mi almohada.
Nunca pensé parecerme tanto a ti,
tú sabes que dije que jamás me comportaría como tú
ni que jamás estaría lejos de mis hijos.
Ahora que recuerdo, papi (perdón por la espera en
decírtelo)
justo ahora que no puedes oírme, ni leerme, ni
siquiera
saber que escribo con una lágrima que barre de mi cara
los besos que de niño no me diste. Vuelvo a escribir:
papi,
si aún tu cuerpo puede soportar al menos una gota de
vino
bebe en esa gota mi amor, que entre a tu vena, como tu
semen
entró en el óvulo de mi madre, que siempre me dijo que
eras
un buen
tipo, casi un aventurero, casi hombre, casi mi padre.
Hoy paso lo mismo, hay miles de pañales que vuelan en
mi
Cuarto
pero esta tarde no se los podré poner a tu nieto,
posiblemente él te conocerá
como yo lo hice contigo, de oídas.
DANZA
DE LOS AYES
Otra vez dejarte como una carta en la puerta,
voltear, dejar mi corazón envuelto en pañales,
mirar quebrarse la sombra de los árboles o de mi risa
arrugarla en un pliegue y guardarla para cuando
te vuelva a ver diminuto, pequeñito, corriendo hacia
mí
abriendo los brazos como río o lluvia.
Volver a cargarte es cargar mi vida,
caminar pidiéndote perdón por no dormir contigo,
jugar con tus pasadores que siempre están sueltos
como los míos, tocar tu pelo y esperar que te caigas
para saber que aún tus pies necesitan de los míos.
Esta noche la araña en el rincón tiene tu cara
o la extraña forma de tener como tú 8 patas y saliva
de hilo,
esta noche como siempre
habrá un pedacito de carne que me falta
LOS LADOS DEL AGUA
César Panduro Astorga
Paracaídas Editores
febrero 2016
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