0. El dulce
sonido de la estática en la televisión
Eran los mudos comienzos del siglo. Un chico
perdido de dieciséis, luego de celebrar año nuevo durante dos semanas, tomó un
bus y viajó al oeste. Al siempre viejo y peligroso oeste. Nadie podía decirle
qué tan era el oeste: las ciudades casi costeras donde crecían trampas en cada
esquina, donde cualquier sueño puede terminar en algo que devora. Lo de
siempre: un migrante con muchos sueños, sueños criados poco a poco en las
pantallas de televisión. Sin nadie quien viese por él. Ni él mismo. Siempre se
está así de solo en el mundo. La familia es la forma que tienen para hacernos
creer que no estamos solos, y en realidad nadie puede asegurarlo: cada familia
tiene un criminal o un santo entre sus filas. Un pequeño caníbal totalmente
solo. Total que llegó a una ciudad perdida en medio del viejo oeste, una ciudad
blanca como un escupitajo de tuberculoso. No sabía cómo comenzar, así que fue
anotando poco a poco lo que le sucedía y leyéndolo antes de dormir. Entre
escribir lo que le pasaba y leerlo, se iba todo el tiempo. Entonces se vio a sí
mismo convertido en palabras sin dirección ni peso, garabateadas en cuadernos
escolares y amarillos. Por eso se tiró bajo las ruedas de los trenes en
movimiento. Por eso toda la noche previa se dedicó a escribir lo más rápido posible
sobre los días que hubiese, las calles vueltas a oscurecer, el agua que no iba
a beber. Por eso puso música en la casetera –en aquel tiempo todavía existían
caseteras–, juntó su poca ropa en el centro del cuarto, esparció todo con
querosene –en aquel tiempo todavía en los grifos vendían querosene– y empezó a
quemar todo. Nunca llegó a tener dieciocho, pero poco a poco su imagen se
distorsionó con modulación. Por eso de muerto hizo milagros y el pueblo lo
santificó. Esto fue antes que todos tengan cámaras a la mano. La calle donde
dormía terminó en cenizas, pero no hubo ningún muerto, como sucede con los
santos. Esa calle tiene su nombre. No la encontrarás en las guías de turismo,
pues es una calle que ha ido viajando por el mundo. Y algunas noches los televisores
de la ciudad, sin venir a cuento, se prenden solos, y hay estática y armónicos
y la imagen se distorsiona, y algo entre todo ese error pronuncia su nombre. En
algunos programas llaman a eso mancias, pero casi nadie se da cuenta, entre
tantos televisores olvidados por los que duermen. Por cierto, bróder, ¿qué
tanto duermes?
De: No siga ese pájaro
IMPASSE
Ya sé. Se trataba de la valentía.
Un buen tema para cualquier
conversación.
Terminada
la juventud,
se
está a merced del miedo,
(Olvido García Valdez)
por eso aman la valentía, como los
héroes.
Como
si el valor valiera algo.
(Bolaño)
La inconsciencia de los héroes al
trotar
sin saberlo sobre su piel
esquivando los huecos como sobre las
olas
más altas
es solo
técnica
documental
estrategia discursiva.
No tienen el valor de mirar atrás como
lo tenía
Apollinaire porque no tienen memoria.
Pero
no basta ser valiente
para
aprender el arte del olvido
(J. L. Borges)
Amar sin aprendizaje degenera, pero te
diría
ten el valor de equivocarte. O entra
sin naves
en el altamar del sueño.
El
sueño que divide sin rencor a sus amantes (Walcott)
Desde la proa se ve cómo el fugaz
romper de las olas
es una máquina urdida
para devorar y construir a la vez.
Debajo
de la marejada florece con amor la
verdad
respirando en medio de los huecos
como un joven elefante pesado y hermoso
ocultando al sol
tras su risa de marfil.
Este
es nuestro pequeño espacio de confianza.
(Watanabe)
Con su solo ojo de arena la verdad vale
por su risa.
Y toda risa es liminoide.
Su inundado vacío (como papel
quemado) tiembla bajo el oleaje (y al
llegar cerca
del obstáculo la ola crece, crece, se
empina
y disminuye de anchura) con el sonido
tísico de la hoguera.
No de miedo.
Miedo
a que lo que ame sea letal para aquellos que amo.
(Carver) Dentro del tubo de la ola
antes de romper
la risa tiembla de emoción
pues hay carencia en su atracción. Y cadencia.
La
atracción de enfrentarse al horror y de tener una teoría sobre él. (Carson)
En un texto de cuatro líneas sales del
sueño.
He
soñado una fuga. Un “para siempre"
suspirado
en la escala de una proa.
(Vallejo)
Y alguien, del otro lado, siempre
espera.
Impulsada por su angosta velocidad la
ola
pierde equilibrio
y se estrella
estruendosa
sobre las peñas rocosas.
“Solo se es valiente para el otro”.
Lleno de aforismos acuáticos
la valentía se filtra entre las
piedras.
Aunque sin puerto alguno.
Hueco.
Cuántas
costas ficticias
Antes
del puerto hay.
(Emily Dickinson)
Cualquier texto puede ser un puerto.
Liminoide. Me gusta esa palabra.
Mas en aquel tiempo,
cuando rompían las olas los puertos
no la conocía.
Por eso para hablarte
tuve que referirme
a la juventud
Atardeciendo
Sin
amor
Con
su boca inflexible
Hacia
el mar. (Elytis)
Pero entonces, totalmente trizas,
apareces
con una fruta gastada en el hueco de
cada mano.
De: No siga ese pájaro
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leí mientras despertaba
en el periódico oficial de la nación:
solas se oyen las calles no se garantiza la vigencia de los derechos
y libertades constitucionales en su huir brutal de
carnicería
por eso cuando grande como consecuencia de la declaratoria
cesa la plena vigencia de los derechos ciudadanos quisiera ser
lector, algo que es por libertad de acción, detención legal,
interrogatorio a detenidos o presos, libertad de locomoción mucho
más civil, honrado y
modesto que este miedo con caries
derecho de reunión y manifestación y portación de armas,
contenidos
en los artículos citados pero mientras tanto, escarbo días a
mano.
De:
No siga ese pájaro
PAÍS ABIERTO
a Alarico, todista
mi país es tan pequeño que si me
levanto
por el lado izquierdo de la cama
ya soy un extranjero. mi país
no tiene más que una estación solo de
salida
de buses. en mi país cuando trajeron
un cristo crucificado para la única iglesia
tuvieron que cortarle un brazo para
que entrara. en mi país los días
duran la mitad. y la gente tiene
herramientas que a la vez son una taza
un taladro una espada un tambor una
silla.
para que la comida dure el doble
comemos frente a los espejos.
ahora que viajo me doy cuenta
que solo se puede hacer bien el amor
en mi país. cuando vino la sequía
nadie se dio cuenta. cuando llegó
el invierno incendiamos la iglesia
y creamos al menos tres religiones más.
mi país tiene la misma cantidad
de alfabetos que de personas.
al miedo no lo conocemos pues hemos
sembrado tanto horror en el mundo,
que solo le tenemos pánico a dormir
porque en mi país nadie sabe
convertido en qué se puede despertar.
De: No siga ese pájaro
PAPAS Y CAMOTES
a Toño, maroquero
cuando cocino el sabor depende
para quién sea y qué tal me caiga.
cuando cocino para mí, por ejemplo,
todo me sale feo, quemado y triste.
cuando cocino para mi madre
todo sabe a leña verde y recojo
violetas
en el camino para adornar su lápida
pues como todos saben mamá no está
muerta.
cuando cocino para mi padre hay mucho
ajo
y pólvora y clavos y esquirlas de
mercurio.
cuando cocinamos con mi hijo él dice
que todo le gusta porque él cocina más
que yo.
cuando cocino para mi amor estoy
distraído
y estas llagas en mis manos son de agua
helada y aceite hirviendo pues las
estrellas
son difíciles de sazonar.
cuando cocino para el Hombre
al cual a pesar de todo le tengo fe
las papas saben a papas
y los camotes, a camotes.
De: No siga ese pájaro
Martín Zúñiga Chávez (Cusco, 1983)
Ha publicado Cover (Buenos Aires Poetry, 2019), No siga ese pájaro (Paracaídas editores, 2017), Gavia (Ediciones Fecit, 2009), entre
otros títulos. Su obra ha recibido importantes premios en España, México y
Perú. Coorganiza el Festival Internacional de Poesía de Arequipa, gestiona
espacios literarios en el sur de Perú y desde hace varios años gestiona el
proyecto Urbanotopia.
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