Algunos saben que en Villa El Salvador realizamos LAS NOCHES LITERARIAS, un ciclo de lecturas de poesía y cuento, dónde los autores han tenido a bien compartir sus escritos con los habitantes de mi querido distrito. Alguna de esas noches tuve la visita inesperada pero grata de Oscar Perlado, quien fue acompañando a otro invitado. Fue así que la amistad nació y que su poesía fue escuchada al sur de Lima. Ahora algunos años después tenemos la dicha de compartir algunos poemas de Oscar, quién además viene preparando un nuevo poemario. Sigamos el rastro de este valor chalaco de la poesía peruana.
En busca de trabajo
El empleador
me toma las
medidas.
Debe de ser un
cuadrado perfecto.
Me pide prestada
una mano.
Yo le digo que se
la puedo
prestar por 20
soles diarios.
Me aclara que
también
necesita mi
tiempo.
Me detengo un
momento
a pensar en que
éste se sale
de vez en cuando
del cuadrado,
no por el frente
sino por los
costados.
Pienso que por
este fenómeno
debería exigirle
un dinero extra,
aparte de mi
salario.
Vuelvo a la
realidad,
y le aclaro que
mi mano
se la presto por
20 soles diarios
y que el tiempo
está incluido
en ese pago.
El empleador
vuelve
a tomarme las
medidas.
El cuadrado no
debe
de haber perdido
la forma.
Se lleva mi
cuerpo y promete
devolvérmelo
después de 8 horas.
Me quedo sin él
por un momento,
esperando su
regreso.
Me lo devuelve un
poco sucio
y gastado.
Para que no se
estrese lo saco
de vez en cuando
a pasear
y le compro un
helado.
El helado y el
paseo los paga
el empleador.
Cuando me quedo
solo no puedo
hacer nada porque
no tengo auto.
En mis días
libres, por lo común,
le regalo mi manos
al viento y a los pájaros.
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Trabajo no para
sobrevivir
Trabajo para
guardar las apariencias
Si no trabajara
mi novia qué diría
Si no trabajara
mi familia qué diría
Si no trabajara
el vecindario entero qué diría
Se molestaría la
señora
que me corta el
cabello
Se molestaría mi
madre
que todavía me
soporta
Se molestaría mi
padre
por esto de ser
hombre
Se molestarían
mis hermanos
que han trabajado
toda la vida.
No haría otra
cosa
que escribir todo
el día.
Cosa ésta por
cierto,
muy ideal, muy
cómoda.
Y demasiado
bonita
como para ser
cierta.
Tendría tiempo
para dormir hasta tarde,
para caminar,
visitar a mis
amigos,
pasarla bien con
ellos
que no me exigen
nada,
no tanto para ser
libre
porque sin dinero
no se es libre.
Por eso es que
trabajo.
Pero no trabajo
para sobrevivir.
Porque hablando
en serio,
en mi casa no me
cobran por el almuerzo.
Sólo se molestan
si no
sé guardar las
apariencias.
Porque hablando
en serio,
nunca me haré
rico trabajando
ni no obtendré
nunca
un seguro de por
vida.
Yo trabajo
realmente
para la vecina
que me corta el cabello,
para que me diga
con
un tono de
aprobación:
“¿Está
trabajando?... ¡Qué bueno!”
Para mi novia,
para mi mamá
que no sé por qué
me soporta,
para mi papá
por esto de ser
hombre,
y para el barrio
entero.
Porque aún vivo
con mis padres
y siempre seré un
hijito de mamá…
Pero por
supuesto, siempre es recomendable
guardar las
apariencias.
cortarse el pelo,
afeitarse todos los días,
levantarse a las cinco de la mañana,
lustrar las
botas, lavar el uniforme,
dormir lo
suficiente
y trabajar en
exceso
como el cadete
que nunca fui,
que mi padre
quiso alguna vez
que fuera
y que nunca fui
porque me corrí,
e inventé la
excusa del estudio
para no servir,
porque no sabía
que la vida
era otro cuartel
ingente
atiborrado de
voluntarios.
Domingo 12 de
febrero del 2012
Mi madre no sabe
que mañana no iré
a buscar trabajo.
Mañana será un
día
para montarlo,
para gastarlo
como
un fósforo:
prendiéndolo.
Nadie entiende
cómo un
desempleado
puede tener
tantas cosas que hacer
o asuntos
pendientes,
mucho menos una
agenda.
Un vago es una
persona
que se estira
para alcanzar el
día,
que deja que le
caiga
encima el tiempo,
desarrollando una
joroba.
Yo en cambio,
no busco trabajo
porque el trabajo
me
estorba,
me obstruye el
camino hacia
cualquier lado.
Yo no soy un
vago.
Yo embarazo las
horas,
las exprimo,
arrojándolas
después al tacho.
Yo no quiero
decepcionar
a mi familia.
Yo no quiero
decepcionar al
día.
Yo no quiero
decepcionarme.
Yo quiero
comerme el día,
no quiero
eludirlo.
La vida reclama
un habitante.
Es cóncava
y yo convexo.
Yo camino desnudo
por toda la casa,
y llego vestido
al día siguiente
de más horas.
Soy un hijo
de mí mismo
que embarazó
del día.
Yo no soy un
vago.
Quiero a la vida
igual que a mi
madre
y a mis hermanos.
Felizmente
mi madre no sabe
que mañana no
saldré
a buscar trabajo.
La verdad es que
no
he encontrado
nada hoy
en el periódico.
Yo no soy un
vago.
Simplemente tengo
una cita con el
día
que no ha podido
arrebatarme aún
el trabajo.
Miércoles 4 de abril del 2012
No he tenido
hasta hora una visión
de mi futuro.
Sólo veo a
Margareth
caminando con una
hoja en la mano,
como ella suele
caminar siempre:
dejándose
arrastrar por las letras.
Sé que soy feliz
y que debo serlo
porque la vida me
gusta y me debe de gustar siempre.
Hasta ahora mis
hermanos no me han tratado mal.
Sólo mi hermano
menor se olvidó
ayer
de que yo también
almuerzo.
Sé que en una
semana
comenzarán a
reclamarme
por quién va a
pagar la luz, el agua
o el gas.
Sé que mi madre
plañirá en algún rincón escondido
por mi desgracia.
Sé que mis
hermanos dirán: “!Ese ocioso!”
Yo sin embargo,
seguiré siendo feliz,
sin extrañar el
dinero ni la buena vida,
haciendo arroz,
friendo huevo,
y viviendo de lo
que sobra del vuelto
de las compras
que me mandan a hacer
mis hermanos.
Seguiré
escribiendo, enamorado,
seguiré pensando
en salir los sábados,
visitar a mi madre
y a mis hermanas los domingos.
Seguiré siendo
feliz (no sé por qué
y sin tener una
visión de mi futuro)
a pesar de los
golpes en el alma
y en este pequeño
estómago.
Oscar Perlado Rodríguez: nació en el Callao en 1981. Estudió Ciencias de
la Comunicación en la Universidad Federico Villarreal, donde además conformó el
grupo poético Jade en los años 2000. En el año 2009 publicó su primer libro
“Mundo de Papel” con Dexeo Editores y en el 2013 su segundo libro “Cárcel de palabras” con la
editorial “Vivirsinenterarse”.
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